Sergio del Molino reflexiona acerca del prestigio social de la literatura, que en las décadas pasadas era incuestionable y que en nuestro tiempo empieza a estar sujeto a dudas.
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Este mes Sergio del Molino reflexiona acerca del prestigio social de la literatura, que en las décadas pasadas era incuestionable y que en nuestro tiempo empieza a estar sujeto a dudas. Pero siempre hay un grupo de devotos que siguen encontrando en la literatura un espacio para entender la vida.
Las convocatorias anuales del premio de relatos Cosecha Eñe prueban esta lealtad; la literatura siempre persiste, siempre encuentra su espacio. De ello dan testimonio también el desasosegante diario de Héctor Abad Faciolince —uno de los autores más extrañamente humanos de nuestros días— y la conversación con Manuel Vicent que completan este número de Eñe.
Las imágenes de David Flores muestran esa misma persistencia orgánica: brotes de vida verde en bosques quemados, en tierras áridas. Ver selvas exuberantes puede resultar asombroso, pero es mucho más perturbador ver una flor naciendo entre las escorias o en mitad del desierto.
La literatura guarda un prestigio igual de frágil. Eñe cosecha cada año un grupo de esas raíces verdes que asoman en los pedregales. Aquí están las de 2017.
